El motivo de las siguientes líneas es comentar más en profundidad aspectos abordados en el texto de título “La Europa de las Regiones: La Revolución Francesa 2.0” publicado en L’Econòmic el pasado día 12 de Noviembre (http://www.leconomic.cat/article/1278046-l-europa-de-les-regions-la-revolucio-francesa-2-0.html) y al día siguiente en La Carta de la Bolsa (http://lacartadelabolsa.com/leer/articulo/la_europa_de_las_regiones_la_revolucion_francesa_2.0) .
Nos hallamos, pienso, en un camino de vuelta (entre comillas) desde el Estado a las zonas que lo forman, un camino consecuencia de la dinámica histórica, que se han ido delimitando a lo largo de los últimos 50 años. Es un proceso que, de alguna manera, equivale a la deconstrucción del Estado. El origen fue –aún es– económico, pero desde hace años está adoptando manifestaciones adicionales. Catalunya y España, pienso, son un buen ejemplo.
En 1978 entró en funcionamiento la actual Constitución española. Uno de los puntos de los que se ocupaba el texto constitucional era de administración territorial, de tal modo que, al margen de que el concepto fuese ampliado por otros textos legales posteriores, en la Constitución se halla en el que en estos 39 años ha sido –y sigue siendo– el diseño de los entes territoriales españoles: las Comunidades Autónomas (CCAA).
Y como cualquier elemento operativo que sea diseñado ha de contar con financiación, en 1980 fue promulgada la LOFCA, la Ley Orgánica de Financiación de las Comunidades Autónomas (de régimen común, ya que Euskadi y Navarra pasaron a tener un régimen especial nacido en el siglo XIX, que Navarra conservó tras la Guerra Civil y que Euskadi perdió tras ella); y esta si ha experimentado diversos ajustes a lo largo de los años.
La LOFCA es, pienso, una ley en la que la racionalidad económica se encuentra ausente, ya que en ningún momento se pensó –¿o si?– si todas esas regiones diseñadas podían ser sostenibles o si podían financiar las competencias que se les fueron transfiriendo. De hecho hubo CCAA que ya nacieron percibiendo, cada año, el 7% de su PIB, el 8%, el 14% y hasta el 17%.
Y también la LOFCA es una ley que nació carente de miras ya que no tuvo en cuenta las posibles limitaciones al crecimiento que podían darse en ciertas zonas de varias CCAA o en toda la CA. De hecho ya se partió de la base de cuatro CCAA iban a aportar y trece (incluyendo las ciudades autónomas de Ceuta y Melilla) iban a recibir, pero iban a recibir sin que se realizase un control efectivo de en que gastaban los fondos recibidos y cómo tal reparto contribuía a su crecimiento. Catalunya era una de las CCAA que permanentemente iban a aportar.
El sistema de financiación LOFCA se basa en que la Agencia Tributaria central recauda todos los impuestos menos los cedidos (que aportan una nimiedad en la recaudación de cara región) y luego se reparte entre las CCAA de régimen común con arreglo a unos criterios que son negociados en una reunión en la que participan todos los presidentes autonómicos y donde cada voto vale lo mismo; evidentemente las CCAA que reciben, como son la mayoría, no están interesadas en introducir ningún cambio que disminuya las cantidades que perciben.
Ese sistema tiene múltiples fallos, pero el principal es que no tiene en cuenta la posición de cada comunidad tras la recaudación y tras el reparto de fondos. Por ejemplo. Si permaneciese en Catalunya el importe de la totalidad de los tributos que en ella se recaudan a cada catalán le corresponderían 2.298 euros anuales para que el Gobierno catalán atendiese obras y servicios, y si en Extremadura sucediese lo mismo cada extremeño contaría con 1.482 euros. Con el sistema LOFCA lo que recibe Catalunya es un importe que equivale a 2.075 euros por catalán, siendo lo que percibe Extremadura 2.572 euros. De media, cada español cuenta con 2.128 euros anuales de financiación.
Es decir, y según el ejemplo mostrado, Catalunya después de aportar queda en una posición peor que Extremadura después de percibir. Lo que es absurdo e ilógico y carece de cualquier justificación racional. A eso hay que añadir que, tal y como se decía más arriba, no existe ningún control efectivo en relación a si los recursos percibidos han servido para fomentar el crecimiento regional.
Pues bien, desde 1980, ningún Gobierno de España independientemente de su color ha denunciado por ilógico el sistema de financiación LOFCA.
Mientras ‘España fue bien’, hasta el 2007 y aunque esa situación era perfectamente conocida, fue más o menos soportada precisamente por eso: porque ‘España iba bien’ por lo que, también más o menos, había para todos; insisto: más o menos. Pero el estallido de la crisis económica y la posterior expansión de sus efectos fue generando en Catalunya una creciente concienciación de que las cosas podían ser de otro modo, máxime cuando, con el FLA, Catalunya se ha visto obligada a pedir prestados unos fondos, y a pagar interés por ellos, a fin de poder pagar unas deudas que se habían enquistado debido al sistema LOFCA .
Bien, pues con las diferencias propias de cada lugar, este esquema se dio y se está dando en otras zonas de Europa. De hecho Lombardía, Flandes, Baden Wurtemberg, Toscana, Veneto, Baviera, … se hallan con respecto a sus Estados en una situación económica semejante a la de Catalunya en España. Y cada vez esto se está expresando más alto y más claro a medida que Europa está yendo cada vez peor.
Los Estados, una institución nacida en el siglo XIV, están en declive porque están siendo barridos por la evolución de la Historia. La postglobalización se ha llevado por delante las fronteras; la creación de áreas económicas se está llevando por delante sus competencias: monetarias, fiscales, normativas, … que delegan en comisiones técnicas o en megaentidades financieras planetarias; y las corporaciones mundiales se están llevando por delante los particularismos productivos locales. Al final, ¿qué queda? Las zonas posibles, las zonas con expectativas reales, las zonas eficientes; en definitiva las regiones factibles. Extrapolen: piensen en las zonas equivalentes de USA, de Canadá, de Latinoamérica de China, de la India o de Rusia; incluso de países más pequeños, como Japón o Corea, o de continentes como África o Australia.
Ir-todos-siempre-a-más ya no es posible, por una cuestión de disponibilidad de recursos, por un tema de eficiencia. Nos hallamos, pienso, en un punto de inflexión en la evolución de la Historia. Por muchos miles de millones que los gobiernos italianos inyecten en Sicilia jamás podrá asemejarse a la Lombardía ni mucho menos ser Lombardía; Sicilia, en consecuencia, debe pensar en otros planteamientos y Lombardía precisa que se le reconozca una singularidad económica que le permita una operativa propia, Catalunya también. En esto no hay nada ideológico, ni político. Los recursos son escasos para las necesidades existentes, por ello el ‘café para todos’ ya no tiene sentido … si es que por alguna razón alguna vez, con la lógica económica en la mano, lo tuvo.
Al igual que el sistema de cultivo en campos abiertos y la nobleza absentista fueron desapareciendo desde mediados del siglo XVIII y otras formas de hacer se fueron abriendo camino , pienso que ha llegado el turno de las regiones y de los municipios: será la Revolución Francesa de este Sistema. Es un movimiento que empezó siendo económico y cuya base es económica pero que ya se ha situado más allá de lo meramente económico.
(Sugerencia. Echen un vistazo a la obra “Economia de Catalunya” escrita colectivamente por dieciocho economistas y publicada por el Col.legi d’Economistes de Catalunya en el 2014).