Iba a empezar diciendo: ‘Afortunadamente …’ pero pienso que más acertado sería decir ‘Desgraciadamente …’. En los últimos años, sobre todo desde el 2012 cuando los Bancos Centrales y en Europa el BCE empezaron a inundar la economía con dinero gratis –las anfetas– se ha estado desatando un entusiasmo creciente en los administradores políticos de la economía española del momento que no ha tenido un contrapunto en la oposición, y que incluso ha sido aplaudido por figuras con reconocido halo de expertas, de tal modo que quienes no asumíamos esa tesis éramos calificados de pesimistas. Lo que sucede es que la realidad es tozuda y siempre acaba por imponerse, y en el tema que nos ocupa, la economía española, cada vez más voces están diciendo que no: ¡que no!.

Las líneas siguientes van de eso: la economía de España, pese a ese mensaje oficial de optimismo, está mal, pero su mal viene de atrás porque desde hace años, muchos, está mal. Por eso decía al principio que más que ‘Afortunadamente’ tenía razón, debería decir lo contrario: que ‘Desgraciadamente’ la tengo.

Desde hace años el mensaje oficial es claro: España está convergiendo con el mundo desarrollado, si; pero el lastre que arrastra la economía española es tan enorme que crea vacíos que ya son irrellenables, como en lo referente a la productividad. Volveremos sobre ello. El gráfico a continuación muestra los años que en el momento indicado le faltaban a España para alcanzar el nivel de renta de la media europea, USA y Japón. (Bruno Pérez, ‘¿Milagro español?’ El Economista 08.05.2007).

En el eje de ordenadas los años que España tardaría en alcanzar el nivel de renta de los países indicados. Algo descomunal, ¿verdad?. Y para colmo los datos están calculados a partir del crecimiento registrado entre 1995 y el 2005, un momento en el que se nos decía de ‘España iba bien’.

 

Pero medido el retraso en términos de renta per cápita (en dólares de 1990) el número de años es inmenso: casi un siglo con respecto a los diez países más ricos del mundo. (Cinco Días 30.03.2001).

Y es en la descomposición de la renta relativa de España donde puede apreciarse cómo y de qué manera se ha producido la evolución de los elementos constitutivos de la renta. (Oficina Económica del Presidente del Gobierno, ‘Informa Económico 2007’).

Entre 1996 y el 2006 el PIB pc aumentó, pero la productividad se hundió, las horas por ocupado permanecieron estables, y lo que aumentó espectacularmente es la tasa de empleo: la población ocupada (a pesar de que España siempre ha tenido una tasa de actividad muy baja). Es decir, en un período en el que durante prácticamente todos los años la economía fue-a-más, fue la ocupación la razón por la que la economía fue más. Ahí se acabó de definir la característica de la economía española: una economía ‘de volumen’, ‘de masa’, no de productividad y de valor añadido creciente con todo lo que ello comporta: hipersensibilidad ante los procesos inflacionarios y pérdida de competitividad. El Turismo es uno de los sectores más representativos en los que esta dinámica se aplica.

Sigamos. El Índice de competitividad frente a economías desarrolladas, medido a precios de consumo mostraba en los años del ‘España va bien’ una senda muy negativa: prácticamente todos los años entre 1990 y el 2006 la economía española se mantuvo en un escenario de pérdida de competitividad. (Caixa d’Estalvis i Pensions de Barcelona. Informe mensual. Septiembre 2006).

 

Un tema, el de la productividad que en España puede decirse que siempre ha ido en contra del crecimiento como se observa en el gráfico siguiente. (Elaboración propia a partir de: Guillermo de la Dehesa, ‘Crecimiento y productividad de la economía española’. El País 18.10.2003).

En España, la productividad siempre ha adoptado un camino inverso a la evolución del PIB y en contra también de la evolución de la población ocupada. Ello ha tenido dos efectos. Por un lado, la productividad ha aumentado cuando la población ocupada ha disminuido, es decir, España ha mejorado su productividad aumentando el desempleo (e insisto en que siempre en España la tasa de actividad ha sido una de las menores de Europa). Por otro, el crecimiento, el aumento del PIB, ha ido evolucionando de forma paralela a la evolución del empleo, es decir, el PIB aumenta cuando lo hace el empleo, y al revés, es decir, un modelo sustentado en el ‘volumen’, no en el mayor valor unitario.

Lo dicho toma dimensión comparando la evolución en el tiempo de la productividad de España con la de otras economías tal y como se nuestra, (Productividad de España y la OCDE, medida en PIB por hora trabajada, tomando como índice 100 la de USA. Expansión 11.04.2007).

Lo que muestra el gráfico es demoledor. Excepto Portugal y Japón –este por hallarse en plena reconstrucción tras ser el país arrasado en la II GM– tenían en 1950, una productividad mayor o mucho mayor que la de España.

En 1973 la distancia, si cabe, era aún mayor, y aquí cabe destacar aspectos concretos. En 1973 España tenía una productividad que era menor que la que Canadá, Australia, USA, Bélgica, Países Bajos, Dinamarca, Suecia y Noruega tenían en 1950. Es decir, como mínimo la economía española mostraba un atraso de más de veinte años en términos productivos con respecto a los países de su entorno económico.

Pero es el año 2005 cuando esta distorsión de la economía española se hace mucho más evidente. El 2005, el año cumbre del ‘España va bien’, España tiene de si misma una imagen potente. Es un momento en el que en el imaginario popular todo es posible siendo la construcción y el turismo los motores de un crecimiento considerado imparable. De nuevo la dualidad: crecimiento que no iba acompañado de mejora sustancial de la productividad.

España alcanzó en el 2005 un nivel de productividad al que USA y Australia ya habían llegado en 1950; que Francia, Suecia y Austria habían alcanzado en 1973 y que Noruega, Bélgica y Países Bajos habían más que superado en dicho año. Visto en perspectiva la pregunta es automática: ¿de qué podía sentirse satisfecha la economía española?, ¿de haber crecido con un modelo basado en el ladrillo y financiado con deuda privada?.

Como hemos comentado el modelo de crecimiento económico de España se sustentaba en el volumen y en el volumen de la cantidad de personas ocupadas, pero, ¿cuan productivas eran esas personas ocupadas?. El gráfico siguiente muestra la productividad aparente del factor trabajo entre 1985 y el 2004. (Caixa d’Estalvis i Pensions de Barcelona. Informe económico Enero 2006).

El desplome de la productividad en España fue continuado, imparable. Entre 1990 y 1994 se produce un estancamiento y un leve repunte: consecuencia de la recesión habida tras la finalización de los JJOO de Barcelona, de Madrid como Capital Europea de la Cultura y de la Expo de Sevilla. Y también un suave repunte entre el 2001 y el 2003 durante la recesión de inicio de los 2000.

Ahora está comenzando a ponerse encima de la mesa la enorme problemática que España tiene con la productividad: baja, insuficiente, muy retrasada con respecto a la mayoría de sus socios económicos. Una muy baja productividad que tiene dos derivadas: unos bajos salarios que se traducen en menor poder adquisitivo, menores cotizaciones sociales y unas más bajas bases imponibles; y una menor resiliencia ante la inflación.

Los distintos gobiernos, independientemente de su color político, se han instalado en un relato de mejora continuada olvidando el dinero gratuito inyectado por el BCE durante más de siete años  y el hecho de que el mismo BCE llegó a tener el 20% de la deuda pública de España, un relato que encerró el pasado en una cápsula que ha sido ignorada y que dio lugar a una narrativa en la que España se ha convertido en el país europeo que más crece, lo que es cierto, pero olvidando que su productividad ha quedado muy atrás en el tiempo y dejando a un lado que ese crecimiento es por ‘volumen’ y por ‘masa’.

La economía española tiene un gran número de problemas siendo, pienso, su baja productividad el principal, consecuencia de un modelo productivo sustentado en el ‘volumen’ y una estructura de PIB basada, fundamentalmente, en actividades de medio y bajo valor que son mauyoritarias en demasiadas zonas de España.

Pero es esencial recordar que esta problemática no nació ayer, y que ni el Covid ni el conflicto de Ucrania son su causa. Es algo que viene de muy atrás, del pasado y que vuelve a confirmar el refrán: ‘De aquellos polvos estos lodos’. No es difícil estimar la dirección hacia la que se dirige la economía española o. al menos, la de bastantes áreas de su geografía.

 

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