Es una cuestión que está en la calle y aunque no totalmente mucho tiene que ver con temas económicos.
El Diari Ara del 4 de Febrero del año en curso, publicó en su Pág. 4 un estudio en el que recogía los resultados de una encuesta en la que se mostraban, en porcentajes y por regiones, las preferencias de sus habitantes con respecto a tres preguntas: ¿Prefiere menos autonomía regional o la desaparición de la administración basada en autonomías? ¿Prefiere que continúe la actual administración centrada en la estructura autonómica? ¿Prefiere más autonomía o independencia?.
Lo que he realizado es el cruce de los datos recogidos en el estudio con los saldos fiscales interregionales obtenidos según el sistema que considero correcto: el de flujos monetarios, obtenidos del informe publicado por el Ministerio de Economía en el año 2008 y que corresponde al 2005, y que es el único elaborado, y hasta el momento publicado, por el Gobierno de España.
Los tres gráficos expuestos a continuación muestran la posición de cada región según su saldo fiscal interregional, con respecto a su preferencia de más, menos o igual autonomía que la actual. Cada gráfico se halla rotulado para su mejor identificación. En los tres casos, en el eje de ordenadas el saldo fiscal interregional; en el de abscisas el porcentaje de población que muestra su preferencia por la variable mostrada.
En este primer gráfico que muestra los porcentajes de la población de las regiones españolas que manifiestan que querrían que su región dispusiera de menos autonomía o de que se anulara la administración autonómica y se pasase a un Estado totalmente centralizado se delimitan tres áreas. Por un lado, zona derecha, las más partidarias de menos autonomía: Castilla y León, Cantabria, Castilla La Mancha y Aragón, todas ellas con superávit fiscal interregional, es decir que reciben más de lo que aportan. Puede interpretarse que creen que con un Estado más centralizado las cosas irían mejor en sus regiones. Madrid es un caso aparte porque padece un déficit fiscal interregional significativo. Posiblemente el efecto capitalidad influya en su preferencia por las ventajas que ello le supone. (Es un hecho que si se decidiese el traslado de la capital de España a, por ejemplo, Lugo, Madrid perdería PIB).
En la zona central están situadas la mayoría de las regiones: Extremadura, Asturias, Galicia, Andalucía, Canarias, La Rioja, Murcia, Valencia y Baleares. Nuevamente sorprende que en las tres últimas regiones haya un porcentaje de población –que ronda la tercera parte—que prefiera que la adminustración se centralicen más teniendo en cuenta que sufren déficit fiscal interregional acusado o muy acusado como es el caso de Baleares. En el resto de las regiones aquí situadas puede interpretarse que para un porcentaje de su población no les importaría más centralización porque podrían mejorar.
En la tercera zona quienes desean más centralización son una absoluta minoría. Y aquí hay que distinguir dos casos. En el caso de Catalunya es evidente que la gran mayoría de la población piense que más centralismo no va a hacer mejorar las cosas, sino al revés, debido al abultado déficit fiscal interregional de Catalunya. Pero el otro caso, el de Euskadi y Navarra, teniendo en cuenta que son regiones que ya cuentan con una significativa autonomía financiera y fiscal, el rechazo a un mayor centralismo solo puede ser interpretado por el hecho de la absoluta certeza de la población de que más centralismo implicaría pérdidas en todos los sentidos, de ahí no ya la escasa aceptación de menos autonomía, sino el rechazo total a más centralización.
En la opción de que todo siga como hasta ahora, es decir, que el nivel de autonomía ni aumente ni disminuya ni que se vaya hacia un mayor o menor nivel de centralismo, también se delimitan tres zonas, y un caso aparte: Catalunya donde el nivel de aceptación de la actual situación ronda la cuarta parte de la población a pesar de que esta actual situación perjudica claramente a Catalunya; mi interpretación: quienes por esta opción se han decantado no tienen definidamente formada la idea de lo perjudicial que la actual situación es para Catalunya, o eso, o bien en su situación particular y personal este perjuicio no es tal.
La zona más partidaria de seguir en la situación actual la forman Asturias, Galicia, Andalucía Canarias, La Rioja y Murcia. Su postura es lógica porque, todas ellas, menos Murcia, con superávit fiscal interregional, las situación actual les favorece. Sorprende el caso de Murcia ya que tiene déficit en sus cuentas interregionales.
Lo que sorprende mucho, muchísimo, es el caso de Valencia y Baleares: casi la mitad de su población es partidaria de seguir como hasta ahora a pesar de su déficit fiscal, elevadísimo en el caso de la última. Y, paralelamente, no sorprende en absoluto el caso de Euskadi y Navarra: para un elevado porcentaje de su población las cosas que sigan como están; podría pensarse que debería ser más elevado el número de quienes así quisieran continuar, pero ello se entenderá al ver el apartado siguiente.
El otro grupo: Extremadura, Castilla y León, Aragón, Castilla La Mancha y Cantabria, cabría pensar que los porcentajes de permanecer en su actual situación debería ser más elevado, sobre todo en las dos últimas.
En el tercero de los casos contemplados: población partidaria es de más autonomía o independencia, la situación es, casi en la totalidad de los casos, diáfana. Por un lado las regiones que, en porcentajes ridículos, quieren más autonomía o independencia: prácticamente todas con superávits fiscales interregionales: Extremadura, Asturias, Galicia, Castilla y León, Andalucía, Cantabria, Castilla La Mancha, Aragón y La Rioja. Nuevamente sorprenden los casos de Valencia y Baleares debido sus situaciones de déficit fiscal interregional. Y nuevamente en el caso de Madrid debe pensarse en el beneficio que obtiene por el efecto capitalidad de la ciudad para no desear más autonomía a pesar de su situación de déficit. (Por todo lo dicho en relación a Madrid podría plantearse si Madrid debería seguir siendo una región y no convertirse, la ciudad de Madrid y alrededores, en una figura administrativa semejante al Distrito de Columbia como es el caso de Washington, y el resto de la región integrarse en Castilla La Mancha; la razón es evidente: el efecto capitalidad único en Madrid, desvirtúa, en la comparación, las economías del resto de regiones).
Por otra parte los casos de Euskadi y Catalunya en los que de forma máxima la población es partidaria de un mayor nivel de autonomía o de la independencia. En el caso de Euskadi podría interpretarse que su elevada preferencia por esta opción no es tanto debido a la búsqueda de mejora en su situación económica porque en ese terreno poco más pude ya conseguir, como de la consecución de otras competencias todavía no obtenidas.
Al leer todo lo anterior es inevitable pensar en la situación que se está dando y que se está viviendo en Catalunya. Es verdad que PIB y saldo fiscal interregional no lo son todo en la vida, pero de los gráficos vistos se deduce que lo es mucho y que significan mucho. En este sentido, ¿hubiese sido, sería igual, la reacción del resto de España si lo que Catalunya ha planteado lo hubiese planteado una región con superávit fiscal interregional, es decir, una región que recibe más o mucho más que lo que aporta?. En mi opinión la respuesta sería un claro y rotundo ‘no’.