“¿Es un saqueo? No. Es el mercado, amigo”.
Palabras del Dr. Rodrigo Rato el pasado 9 de Enero en el Parlamento español, en la comparecencia ante la comisión que investiga la crisis financiera iniciada en el 2008, en respuesta a una interpelación al diputado Toni Roldán, portavoz del partido Ciudadanos.
Esta frase pienso que podría ser el epitafio que figurase en la lápida de la crisis que comenzó en el 2007 cuando, hacia el 2023, se la entierre definitivamente. Esta frase quedará para la historia; será comentada, y criticada. Pero lo mejor, o lo peor, de todo es que es totalmente cierta.
El Sistema Capitalista que hemos vivido hasta ahora y en concreto el modelo que hemos visto venirse abajo con esta crisis, se ha caracterizado por una máxima: ‘El ganador se lo lleva todo’, y por jugarse todas las partidas en un único escenario: el mercado.
A partir del 2001, en todas partes, pero más en países como España: los PIIGS, se entró en una dinámica en la que absolutamente todo lo imaginable era posible porque existía una cantidad ilimitada de dinero para financiar todo eso que se les pudiese ocurrir a familias, empresas, ayuntamientos, administraciones regionales y a los Estados. El ‘Lo quieres, lo tienes’ se convirtió en La Regla a seguir porque eso generaba crecimiento vía consumo de una oferta, de todo, gigantesca. Un consumo que englobaba todo, también productos financieros.
Para que todo eso fuese posible sólo hacía falta una cosa: unos engranajes que transmitieran el movimiento, pero unos engranajes que estuviesen perfectamente lubricados y que actuasen sin tensiones, sin rozamiento, sin trabas, de forma fluida. Esos engranajes fueron las entidades financieras, en España bancos y cajas de ahorro.
Y España en particular fue bien, y creció, y el desempleo bajó, y se dejaron entrar a seis millones de inmigrantes, y los salarios crecían, y se llegó al superávit presupuestario y todo fue maravilloso; y quienes posibilitaron todo eso fueron las entidades financieras, y sus gestores, como el Dr. Rodrigo Rato. Además esas entidades financieras sabían algo: que, por definición un banco no puede quebrar nunca jamás porque, si sucediese tal cosa, se generaría un pánico y el sistema colapsaría. Y, bueno, ya saben lo que sucedió.
El Dr. Rato tuvo razón el día 9: no fue un saqueo, sino un negocio; todo lo que sucedió entre el 2001 y el 2008 lo fue, período que en ciertos países, como en España, se prolongó hasta finales del 2011. Un negocio que fue tolerado y bendecido por las máximas autoridades financieras porque no bendecirlo suponía que España dejase de ir bien, lo que a nadie interesaba; unas autoridades financieras que siempre han sabido todo, absolutamente todo, de las entidades que supervisaban. Es decir. España fue bien porque se hizo lo que se hizo como se hizo, y se hizo como se hizo porque se dejó que se hiciese.
En la cumbre que el FMI celebró en Singapur en Septiembre del 2006, el Dr. Rodrigo Rato, entonces director general de la organización, advirtió de un riesgo de burbuja mundial, pero certificó que el mundo estaba yendo bien. Pienso que lo que le faltó decir el pasado día 9 en el Parlamento es que él fue uno de los que contribuyeron a que España fuese bien. Y si lo hubiera dicho hubiese tenido razón.