El informe de Otoño que el FMI publicó en 2018 ya auguraba una desaceleración lenta, pero continuada, de la economía mundial a la que España no escaba. La razón fundamental era evidente: el ‘efecto anfetas’ se estaba diluyendo.
En España, como hemos visto, el 2019 fue un año flojo. No solo el crecimiento se había desacelerado sino que nuevamente se habían incumplido los compromisos de reducción del déficit además la deuda se hallaba estancada por encima del 95% del PIB.
Antes de la llegada del virus las previsiones realizadas por el Gobierno para el 2020 y los años siguientes ya a apuntaban una senda de empeoramiento del desempeño económico, las del mes de Febrero son sintomáticas.
La llegada del virus como ya es sabido, fue demoledora por los tremendos impactos económicos que tuvo. Simplemente obsérvese que entre la previsión de Febrero y la primera realizada después de la llegada del virus, la de Mayo, el retroceso del PIB es de 10,8 puntos porcentuales.
Producto Interior Bruto
(m) Plan macroeconómico nuevo presupuesto. (n) Plan de Estabilización 2021 – 2024
Absolutamente todo se ha apostado a la recuperación postpandemia que el Gobierno situó en el 2021 y en el 2022, en gran medida ocasionada por el impacto positivo que se esperaba tendrían los fondos europeos. Un optimismo que el transcurso de los meses ha ido desmontando debido al retraso en su llegada respecto a las fechas esperadas. Evidentemente el déficit y la deuda se vieron altamente afectados.
Saldo cuentas públicas en porcentaje del PIB (Signo positivo superávit. Signo negativo déficit)
(*) Incluyendo las ayudas al Banco Malo.
Posiblemente sea en el déficit donde más se pueda ver la rotura en las previsiones que supuso la llegada del virus. Independientemente del progresivo empeoramiento desee el 2017 y del reiterado incumplimiento en los compromisos con Bruselas, la llegada del virus hizo retroceder más de una década los varemos del déficit de España, lo que, lógicamente, se vio reflejado en la deuda.
Deuda pública (En porcentaje el PIB)
Vistas desde hoy, tanto las previsiones de déficit como de deuda parecen muy optimistas, sobre todo comparando estas con las de los organismos internacionales como el FMI. En cualquier caso cabe esperar elevadas cotas de deuda en los próximos años al albur de como evolucionen los tipos de interés y el precio que los inversores internacionales exijan a España para adquirir su deuda en una atmósfera de paulatino retroceso en las compras que realiza el BCE.
El hundimiento de la economía no se vio reflejado en el desempleo debido a la figura de los ERTEs, los expedientes de regulación temporal de empleo, que mantuvieron estadísticamente como ocupados hasta 3,3 millones de trabajadores en el 2020 durante la fase de confinamiento de la economía. En cualquier caso España cuenta con la tasa de desempleo más elevada de la Unión Europea.
Tasa de desempleo (En porcentaje de la población activa)
La publicidad oficial pintaba para el 2022 una situación muy positiva para el empleo cuando la realidad es completamente diferente. Es cierto que el número de personas ocupadas ha aumentado, pero más de lo que lo ha hecho el PIB, habiéndose producido, además, una reducción del 6% en el número de horas trabajadas en el cuarto trimestre del 2021 respecto al mismo período del 2019. El empleo ha aumentado, pero la productividad ha caído, con todo lo que ello supone para la competitividad de España.
¿El balance final de las previsiones de los distintos Gobiernos de España a lo largo del periodo 2008 – 2021?. En mi opinión han pecado de optimistas, sobre todo durante los primeros años, pero la Comisión Europea ha aceptado unos números que era evidente que no iban a poder cumplirse. Entre otras cosas tal aceptación ha sido y es debida porque aceptarlos suponía no romper la baraja y continuar jugando la partida y luego, en su caso, ya vendrían los ‘hombres de negro’ a corregir las desviaciones.