Si, son temas –o conceptos, como prefieran– completamente vinculados, de forma tal que hoy uno sin el otro no tendría sentido. Lo que no está claro es que eso continúe siendo así.

Se lleva años diciendo que la Clase Media está en crisis, lo que es cierto. La razón es simple: la Clase Media ha dejado de ser necesaria porque la Clase Media que conocemos fue inventada tras la II Guerra Mundial para multiplicar la generación de PIB y para comprar la paz social.

Hasta la II Guerra Mundial la desigualdad en la distribución de la renta y de la riqueza era enorme: en USA, en 1928, el 1% de la población controlaba el 25% de la riqueza y el después denominado ‘ascensor social’ no existía en absoluto. El Estado, aún tras las medidas tomadas entre 1909 y 1911 por el Gobierno Asquith en el Reino Unido: introducción de las pensiones de jubilación e incremento de impuestos a los más ricos, mantenía una posición de no intervención en los planos sociales y económicos, por lo que la situación social de quienes solo disponían de su trabajo era muy penosa.

Esta postura de inhibición del Estado comenzó a cambiar en 1933 cuando la Administración Roosevelt creó la Seguridad Social e introdujo las pensiones de jubilación a fin de ganarse el visto bueno de los sindicatos al paquete de reformas contemplado en el New Deal, pero no fue hasta los Acuerdos de Saltsjöbaden de 1938, cuando puede fecharse el momento en el que empieza a nacer la Clase Media.

Los Acuerdos de Saltsjöbaden entre la burguesía y la clase obrera se firmaron con el Estado sueco como garante. La burguesía aceptó elevar el salario de los trabajadores; estos renunciaron a realizar huelgas masivas y permanentes; y ambos aceptaron elevados y progresivos tipos impositivos de los que se obtendría una recaudación que el Estado redistribuirá mediante gasto social. Los Acuerdos fueron la base del modelo social sueco vigente hasta la década de 1980.

El reconocimiento de que era necesaria una metodología de la protección social  llegó en 1940, en plena II Guerra Mundial, cuando Ernest Bevin, ministro de Trabajo en el Gabinete de Winston Churchill, encarga a William Beveridge un informe sobre la protección social entonces operativa junto con un catálogo de recomendaciones. En 1942 se hace público el ‘Report of the Inter-Departamental Comettee on Social Insurance and Allied Services’, conocido como ‘Informe Beveridge’. El informe detalla los puntos imprescindibles que un programa de protección social debe cumplir: cobertura sanitaria, subsidios para la infancia, fomento del empleo por parte del Estado, y prestaciones por desempleo. El 5 de Julio de 1948 nació oficialmente en el Reino Unido con la aprobación de un paquete de leyes, el modelo de protección social que rápidamente se fue extendiendo por varios países europeos.

¿Por qué aceptó el Capitalismo todos estos cambios que introducían medidas fiscales redistributivas? ¿Por qué asumió el capital la puesta en marcha del modelo de protección social pagado con impuestos crecientes?. Pues para calmar a una clase obrera muy permeable a una pujante ideología socialista desde la Revolución Rusa de 1917. El mensaje era claro: a cambio de estos logros sociales, inimaginables una generación atrás, la población debía ‘portarse bien’, y la paz social consiguiente propiciaría que el crecimiento económico quedase garantizado lo que influiría positivamente en los beneficios de las empresas y en la ciudadanía. A partir de este momento puede decirse que nace la Clase Media que hemos conocido enmarcada en un crecimiento económico como nunca antes se había producido en la Historia.

Pero William Beveridge elaboró un segundo informe en 1944 del que casi nunca suele hablarse: “Full Employment in Free Society”. En él decía que un sistema completo de Seguridad Social tan sólo es posible –posible: sostenible, financiable–, en una situación de pleno empleo del factor trabajo. De hecho el modelo de protección social puesto en marcha a finales de los años 40 precisaba de pleno empleo, de que los salarios fuesen crecientes y estuviesen indexados a la inflación y de que la esperanza de vida tras la jubilación no excediese de diez años.

Pero hoy, y desde hace años, la demanda de horas de trabajo es decreciente y la paz social, o no hace falta comprarla debido al desempleo y al subempleo existentes, o es mucho más barata. En España el 14% de la población que consta como ocupada percibe una renta situada por debajo del umbral de pobreza porque no se halla empleada la totalidad de la jornada legal, tiempo de trabajo imprescindible para accede al salario mínimo. De hecho la clase media se está reduciendo desde los años 80 cuando se generaliza la deslocalización de los procesos productivos hacia las economías subdesarrolladas y comienza la implementación de la robótica industrial y la automatización de los procesos que permanecen en los países desarrollados: hoy, en USA el salario medio medido en dólares constantes es equivalente al existente en los años 70.

¿Es posible o necesario revertir ese camino de adelgazamiento y reducción de la Clase Media?. Con voluntad política, tal vez se podría, se hecho la reducción en la inmensa desigualdad en la distribución de la renta fue consecuencia de la voluntad para hacerlo: aquel 1% de la población USA que controlaba el 25% de la riqueza en 1928 pasó a controlar el 7,5% en 1973 gracias a la política fiscal, pero hoy no procede.

La Historia muestra que estructuras sociales que en su momento fueron necesarias llega un momento en que dejan de serlo y desaparecen: la nobleza absentista, la clase clerical, la servidumbre de la gleba, el proletariado, … Desempeñaron un papel esencial durante un tiempo, hasta que la evolución las convirtió en innecesarias. Con la Clase Media hace ya años que ha empezado a suceder lo mismo.

El protagonismo ya lo tiene el capital (la tecnología es capital), y para obtener la última tecnología es precisa la cantidad de capital que sea necesario, lo que se obtiene con su concentración, algo al alcance solo de las corporaciones. Llegados a ese punto la Clase Media (y el Estado como garante de algo) ya no tienen razón de ser: ya no son necesarios: el 1% más rico de la población USA hoy controla el 34% de la riqueza, y a prácticamente nadie le importa un rábano.

Los temas sobre los que se habla, sobre los que se comenta, sobre los que se realizan estudios, van y vienen. Las pensiones han vuelto a estar sobre la mesa, pero por otro motivo distinto al de procurar reducir la desigualdad. El actual sistema de pensiones: que una persona perciba una pensión en función de lo que ha cotizado NO es sostenible porque los ingresos ya son y van a seguir siendo insuficientes, y si los presupuestos aportan fondos a la Seguridad Social tendrán que disminuirse otras partidas de gasto o tendrá que aumentar la presión fiscal. (Claro, hay otra opción: perseguir el fraude y la elusión fiscal a nivel nacional e internacional –en España entre 60 y 90 mil millones de euros anuales–, pero eso parece que no toca).

El sistema de pensiones, decíamos, NO es sostenible porque: 1) la demanda de trabajo es decreciente debido a la mayor productividad que 2) no redunda en salarios en aumento debido a que el capital, el verdadero protagonista, concentrará el resultado de esa mayor productividad en 3) un entorno de creciente oligopolización productiva. No es, como se apunta, que falte demografía, faltan ingresos en el sistema de pensiones que unos jóvenes cada vez más precarizados no van a poder aportar. Algo vendrá a corregir, una pequeña parte, este desequilibrio financiero: el descenso en la esperanza de vida que se producirá en cuanto empiecen a producirse recortes en el sistema de sanidad pública universal.

El modelo de solidaridad intergeneracional se agota, y el sistema queda roto porque las cotizaciones de esos jóvenes adoptan una tendencia decreciente siendo, a la vez, muy incierto su propio futuro debido a su baja capacidad de ahorro. Quédense con esta cifra: hoy, en España, la pensión del jubilado medio que se está incorporando al sistema de pensiones es el 20% mayor que el salario medio del joven medio que está entrando en el mercado de trabajo. Aunque si por ‘hacer sostenible el sistema de pensiones’ debe entenderse ajustar los ingresos con que se cuente para pagar alguna cantidad a la que se continúe denominando pensión, pues vale.

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