Se le está considerando como un ‘fenómeno’. ¿Realmente lo es?
Es cierto que no es habitual que hoy, en ningún lugar del planeta en el que manifestarse no sea reprimido, grupos de personas se manifiesten reclamando algo concreto como es la no aplicación de un nuevo impuesto; y lo es aún menos que durante seis Sábados seguidos esos grupos continúen manifestándose reclamando lo mismo y añadiendo más cosas; y aún menos que se enfrenten a las fuerzas del orden desplegadas por el Estado. Es cierto que eso ha sucedido en Francia, y la ciudadanía francesa tiene algo que las demás no tiene: una enorme capacidad de reacción contra lo que saben que no quieren: repasen la Historia: no encontrarán ningún otro país excepto Francia en el que ocurrieran los sucesos acaecidos en 1830, 1848 y 1871
Como es lógico están apareciendo números análisis sobre el ‘fenómeno’ de los Chalecos Amarillos; uno de los más acertados –y que mejor resume el ‘fenómeno’—, pienso, es el publicado por el Diari Ara el 22.12.2018 con el título ‘No és un cotxe avariat, és el sistema’ cuyo autor es Bru Rovira. https://www.ara.cat/suplements/diumenge/No-cotxe-avariat-sistema_0_2148385144.html
Los Chalecos Amarillos, dice el texto, están manifestando un malestar, un malestar que es europeo. Un malestar que pone encima de la mesa la desafección hacia el sistema de representación democrática. Un malestar hacia un modelo económico construido sobre la desigualdad y sobre la privatización del Estado. Totalmente de acuerdo.
Lo terrible es que han sido muy pocos las/los portadoras/es de chalecos que han salido a la calle y lo más terrible aún es que tienen su batalla perdida. ¿Por qué?. Pues porque las revoluciones, las protestas, los motines, las asonadas, las revueltas, tenían sentido cuando las personas eran necesarias para el sistema, cuando el sistema las necesitaba para producir, para consumir, para pagar impuestos, para reproducirse y hacer crecer la población, pero el sistema cada vez necesita menos personas para hacer eso por lo que el sistema cada vez necesita menos personas.
Por un lado la democracia que hemos vivido y usado es un modelo político que corresponde a una realidad socioeconómica que ya está superada: la realidad socioeconómica actual no tiene nada que ver con la de las décadas de 1950, 1960 o 1970 que son los momentos en los que la ‘voluntad popular’ se expresaba con más fuerza dentro del marco democrático.
Por otro se está construyendo un modelo económico –el nuevo modelo económico que sustituye al que entró en crisis en el 2007— basado en la productividad y en la postglobalización en el que la redistribución de la renta ya no es necesaria y en el que el capital ha tomado el protagonismo debido a las ingentes cantidades de capital que se precisan para profundizar en la productividad y que solo se halla al alcance de las grandes corporaciones.
Se ha estudiado el ‘fenómeno’ (en Francia se estudian bastante los fenómenos sociales, desde luego bastante más que en países de su entorno) y se ha llegado a dos conclusiones: 1) es interideológico: no predomina una forma de pensar (no digo una ‘ideología’ porque hoy ese concepto ha perdido muuuuuucho sentido) entre quienes están saliendo a la calle en Francia, y 2) mayoritariamente está compuesto por miembros de la Generación X.
Que haya una variedad de formas de pensar –y de votar, quienes lo hagan— entre sus integrantes demuestra que ese malestar no distingue entre partidos políticos. Y que sea ese grupo de edades pone de manifiesto que la población de ese grupo de edad es perfectamente consciente de que son quienes más van a perder –quienes más han perdido ya— porque van a tener que seguir pagando para sostener mientras se pueda todos los servicios ‘públicos’ que se pueda pero ellos van a recibir, a cambio, cada vez menos hasta que reciban poquísimo. (Ironías de la Sociología: se habla mucho de lo mal que lo pasan y que lo van a pasar los millennials cuando los puteados de la Historia reciente van a ser los miembros de la Generación X).
A los Chalecos Amarillos se les ha denominado ‘las empobrecidas clases medias’, sobre todo de la Francia rural; pero eso, entiendo, es simplificar hasta el infinito. Claro que son gentes que se están empobreciendo y claro que son gentes que pueden integrarse en esa cosa tan elástica que ha sudo ‘la clase media’, pero sobre todo pienso que son gentes que saben, que son conscientes de que a lo máximo que pueden aspirar es a que no les suban el impuesto que grava el gasoil, cosa que han conseguido, al menos de momento, y poco más.
M. Macron, el Presidente de la República Francesa, y su Gobierno pueden estar muy tranquilos: los Chalecos Amarillo suponen una anécdota en la vida de Francia, un azucarillo que se deshará en el agua del paso de las semanas, prueba de ello es que, según dicen los analistas, ningún partido político se ha beneficiado del ‘fenómeno’.
Sus protestas se diluirán como, salvando las distancias que en la comparación existe, acabaron disolviéndose las del 15M. No estamos en 1871 cuando La Commune verdaderamente creyó que podía revertir el orden constituido, hoy los Chalecos Amarillos saben que sus reivindicaciones no pueden llegar más allá de pagar menos por un combustible, algo, en definitiva, muy concreto.
En 1871 las participantes y los participantes de La Commune fueron masacrados porque eran necesarios y había que dar un escarmiento; hoy los Chalecos Amarillos son ignorados y trasladados a las páginas interiores de los periódicos por la sencilla razón de que ya no son necesarios, y si graciosamente se les ha concedido la congelación de un impuesto ha sido, únicamente, porque aún hay que guardar las formas.