(Autor: Manuel del Pozo. Publicado en Expansión el 18.01.2018, Pág. 10).
La tecnología Blockchain va a cambiar el mundo tal y como lo conocemos, incluso más de lo que lo hizo Internet. El directivo de una gran empresa tecnológica me hablaba con tal vehemencia de sus ventajas que me parecía estar ante un fenómeno prodigioso que llega para revolucionar nuestras vidas.
Algo de milagroso tiene, porque Kodak lo ha abrazado y parece que ha rejuvenecido 50 años. Ha sido lanzarse a la tecnología Blockchain y la histórica empresa de fotografía ha renacido de las cenizas. El valor de sus acciones se multiplicaron por cuatro tras anunciar el lanzamiento de la criptomoneda KodakCoin para que los fotógrafos vendan su trabajo directamente a los particulares.
También se disparó en Bolsa la compañía de té Long Island Iced Tea cuando puso la palabra Blockchain al final de su denominación social. La cadena de comida preparada Nostrum ha dicho que gracias al Blockchain va a ampliar su red de locales de los 130 actuales a más de 600. E incluso dos jóvenes emprendedores aragoneses lograron 25 millones de euros de financiación en menos de 15 minutos para realizar un proyecto basado en Blockchain.
El apellido Blockchain multiplica el valor de una empresa como en su día ocurría con el puntocom. Al igual que entonces, en torno al Blockchain hay mucha especulación, mucho fraude y mucho oportunismo –como es el caso del bitcoin–, pero estamos ante una tecnología con un gran potencial para cambiar el mundo. Quién iba a pensar hace sólo 30 años que cada uno de nosotros iba a llevar un teléfono encima con el que podría leer una tesis doctoral de Stanford. Internet cambió nuestras vidas y Blockchain también lo hará. Para muchos, esta tecnología será el mayor avance socio-tecnológico que vivirá la humanidad. Es difícil de imaginar, pero piense en un mundo sin intermediarios, sin bancos, sin notarios… porque todas las operaciones se realizarán de consumidor a consumidor de forma directa.
Para empezar a entender el Blockchain –cadena de bloques– les contaré una historia. Cuatro alumnos, que no habían estudiado para un examen, deciden buscar una artimaña para dar pena al profesor y hacer que les retrase el examen. Cuentan al docente que no habían tenido tiempo para estudiar porque el fin de semana, volviendo de una boda, tuvieron un accidente con el coche. Gracias a Dios ellos salieron ilesos, pero estuvieron en el hospital acompañando a unos amigos que sí resultaron heridos. El profesor se apiada de ellos y acepta hacerles el examen días más tarde. Llega la fecha de la prueba y el profesor les coloca en cuatro clases separadas, les quita los móviles y les pone el mismo examen con cuatro preguntas: 1. ¿Quién se casaba?; 2. ¿A qué hora fue el accidente?; 3. ¿Marca y modelo en el que ibais?; 4. ¿Nombre de los amigos heridos? El docente les puso una nota: Si contestáis todos igual a las preguntas, tendréis un sobresaliente.
El profesor no necesitó recurrir a un tercero de confianza para verificar la historia que le contaban (Guardia Civil, servicios de emergencia, hospitales, etc.). Sólo validó la historia de forma distribuida. Si todos contaban lo mismo, daban datos concretos y proporcionaban el mismo nivel de detalle, estarían diciendo la verdad. Ésta es una de las características de Blockchain, eliminar al intermediario que dé fe sobre un dato concreto. La idea es basarse en una validación distribuida por un conjunto de personas (nodos), de tal manera que todos confirmen que ese dato es correcto.
Vamos un paso más allá. Imagine ahora los bloques de Lego de sus hijos. Cada pieza es una operación y cada vez que se pone una pieza nueva, esa pieza lleva toda la información de todo lo anterior, que no se puede cambiar ni borrar. Para poner un bloque nuevo, Blockchain plantea un reto matemático al resto de bloques y el primero que lo resuelva envía la solución (única, pues es matemática) a los demás. Si todos certifican el resultado, ese bloque es aceptado y pasa a formar parte de la cadena, con toda la información anterior y la certificación imborrable del momento en que se realizó esa operación.
¿Y todo este lío de bloques y datos para qué nos sirve al común de los mortales? Para eliminar al intermediario. Tomando el ejemplo de Kodak, si necesitamos un fotógrafo buscamos en la Blockchain al profesional que más nos conviene a través de distintos filtros como precio, disponibilidad geográfica o prestigio. La comunicación entre ambas partes es privada, pero libre, esto es que las partes pueden intercambiarse el correo o el teléfono. Si ambas partes cierran el acuerdo, se pone en funcionamiento lo que se conoce como contrato inteligente. Este acuerdo obliga a la parte contratante a pagar por adelantado, la cantidad queda almacenada en una cuenta neutral que una vez entregado el trabajo se ingresa automáticamente –en cuestión de segundos– en la cuenta del contratado. El contrato inteligente ofrece la garantía de pago nada más entregar el trabajo.
Para garantizar la seguridad, se usa la criptografía asimétrica, que consiste en una clave pública para cifrar un mensaje y en otra privada para descifrarlo. Pongamos un ejemplo. Si vamos a comprar un coche, para enviarnos un mensaje la empresa automovilística sólo tiene que conocer nuestra clave pública y podrá enviárnoslo cifrado. Pero sólo nosotros, con nuestra clave privada, podemos descifrarlo. La clave pública es lo que permitirá que todos sepan que la empresa ha vendido un coche, pero sólo el comprador –nosotros– podemos ver todos los datos de esa factura. Y cada eslabón de esa cadena (Hacienda, Tráfico, la empresa vendedora, sus proveedores o los clientes) podrán acceder con transparencia a la parte de la información que les corresponda y no al resto. La empresa automovilística, por ejemplo, no podrá ver el nombre ni ningún dato del comprador.
Si después de todo esto, todavía no tiene muy claro para qué servirá el Blockchain no se preocupe, estimado lector, porque muchas empresas tampoco lo tienen claro. Más de 70 grandes compañías españolas –entre las que están Telefonica, Santander, BBVA, Repsol, Bankia, Sabadell, Indra, Garrigues, Mapfre o Gas Natural– crearon recientemente la red Alastria, basada en el Blockchain, y en la presentación hablaron mucho del gran potencial de esta tecnología, pero no fueron capaces de explicar ninguna aplicación concreta.
No es un concepto fácil de comprender porque Blockchain une diferentes tecnologías como el P2P, el registro distribuido, el sellado de tiempo o la criptografía. Todas ellas combinadas hacen posible que ordenadores y otros dispositivos puedan gestionar su información compartiendo un registro que está distribuido, descentralizado y sincronizado entre todos ellos. Hasta ahora, todo se regía por bases de datos centralizadas en las que el gestor era un único propietario (servidor). En las redes Blockchain, la base de datos está repartida en distintos ordenadores, que son todos igual de importantes. Todos tienen la misma información y ningún ordenador puede cambiar la información de la base de datos sin el acuerdo del resto de ordenadores.
Como analogía podemos asemejar el Blockchain a un libro de cuentas, donde en cada página se registran las operaciones para un cálculo que parte del resultado obtenido en la página anterior. Existen tantas copias potenciales del libro como usuarios, y resulta evidente que intentar cambiar un solo apunte de una página, conlleva también modificar todas las páginas sucesivas. Y como hay un gran número de copias distribuidas del mismo libro (una por cada usuario de la Red), intentar alterar datos puede ser una tarea titánica si no imposible.
Todas estas características sitúan al bitcoin como la tecnología para dar confianza más importante de la historia, lo que permite pensar en prescindir de los intermediarios que hasta ahora eran necesarios para dar esa confianza, ya sean ordenadores de control y verificación o incluso entidades (bancos) y personas (notarios y registradores).